En una sociedad cada vez más global y digitalizada al pequeño comercio le toca aguzar el ingenio para sobrevivir. La buena noticia es que ya hay quien, haciendo un uso inteligente de las nuevas tecnologías, ha logrado sostener su negocio y convertirlo en ejemplo de éxito a nivel local.
«Adaptarse a los nuevos tiempos», «reinventarse», «hacer las cosas de otra manera». Cambiar se ha convertido en el nuevo mantra del mundo laboral. Del farmacéutico al encargado de producción, del director de urgencias al propietario de una pequeña tienda de ropa, la consigna que se repite coincide: es preciso buscar fórmulas acordes a la era digital. Se estima que el 40% de las empresas que existen hoy en día se transformarán en los próximos diez años. Un porcentaje que, según difunde Íñigo Manso, director de Impulsando Pymes, se duplica y alcanza el 80% en el caso de la pequeña y mediana empresa, «mucho más frágil ante el sistema de disrupción global».
Se deben tomar nuevos rumbos sí, pero, ¿hacia dónde? Mientras los denominados ‘gurús’ se afanan en desentrañar los misterios de una brújula con varios nortes, nadie se atreve a aventurar el futuro, haciendo buena la célebre frase de Mario Benedetti «cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas».
Sin una hoja de ruta que ayude a navegar hasta esa tierra prometida llamada rentabilidad, a los negocios que se asoman con incertidumbre a las calles de los pueblos y barrios de Gipuzkoa les toca improvisar, tirar de intuición, y tratar de encontrar en las nuevas tecnologías una ventaja competitiva. Todo, sin los ambiciosos planes de innovación o las inversiones millonarias en desarrollo que se pueden permitir algunos grandes. La buena noticia es que se puede y, muchas veces, no es necesario hacer más que «lo lógico: mimar, fidelizar y ponérselo fácil a quien viene a comprar tu producto utilizando todos los medios al alcance».
Lleva poco más de dos años y medio en el negocio, pero esta emprendedora lezotarra ha conseguido materializar ya algo que las grandes superficies se marcan como estratégico, y que consiste en conservar al cliente tradicional a la vez que se atrae a un perfil de comprador nuevo, que hace el grueso de la compra desde el móvil y acude al establecimiento solo a recoger el pedido o a adquirir productos para ocasiones especiales. Claro que Aizkorreta no pensó en nada de esto el día en que envió el primer ‘whatsapp’ y empezó, sin saberlo, una estrategia de venta pionera. «Al principio le enviaba la foto a mi prima. Después más familiares y amigos me pidieron que, por comodidad, les mandara mensajes a ellos también», recuerda. «Por otro lado, me di cuenta de que había muchas ‘amonas’ que hacían la compra para toda la familia porque los hijos trabajan y querían un buen producto para sus nietos. Me dio pena pensar en cuántas personas que no tienen esa posibilidad estarían perdiendo el acceso a un pescado fresco y de primera calidad que sí comprarían si no fuera por los horarios, así que empecé a ofrecer la opción del Whatsapp a más gente».
El de las familias con niños pequeños en las que los dos cónyuges trabajan y acaban renunciando a cosas tan simples como ir a la pescadería por una pura cuestión de gestión del tiempo, es un problema que Garbiñe Aizkorreta conoce bien. «Yo era cocinera y me encantaba mi profesión, pero cuando fui madre por segunda vez… – se toma un momento para escoger bien las palabras, y continúa – No llegaba. Apenas podía dedicarles tiempo a mis hijos y los domingos me iba a trabajar compungida. Sentía que la vida se estaba pasando volando y me la estaba perdiendo», se sincera. Fue en esa época cuando decidió que necesitaba un cambio. «Hice un curso de pescadera y después aprendí el oficio en La Bretxa. Lezo llevaba mucho tiempo sin pescadería y la gente me preguntaba por qué no reabría el negocio que llevaba meses cerrado. Mi marido me animó y aquí estoy». Por el camino quedan «muchísimo esfuerzo y trabajo» para sacar adelante un negocio que abre de martes a sábado, de 8 a 13.30 horas, aunque la jornada laboral es más intensa. «A las cinco estoy en Merka Oiartzun, después voy a la lonja de Pasaia, compro, cargo, vengo, abro, despacho… y aunque a la una y media cierro la venta de mostrador estoy hasta las tres entregando los pedidos que me hacen por Whatsapp».
El particular e-commerce que ha puesto en marcha ha permitido hacer de la debilidad virtud y un negocio tan tradicional como es una pescadería y tan pequeño que lo lleva una persona sola, funciona. Aizkorreta intuye que lo hace precisamente porque es lo suficientemente reducido como para poder dispensar a su clientela un trato casi personalizado. «Y siempre con una sonrisa», apunta una clienta. «A mí alguna vez que no podía llegar antes de las tres me ha llevado el pescado a la puerta del cole porque mi hijo estudia en el mismo centro que los suyos», apunta otro, «¡da más facilidades que Amazon!».
Garbiñe Aizkorreta, en su pescadería en Lezo. / A.I. / Vídeo: UNAI MURILLO
Claro que hacer un uso inteligente de las nuevas tecnologías no es el único secreto. «Al principio en la lonja me llamaban ‘la pija’. La calidad es mi prioridad, por eso reviso el género, lo miro, lo huelo. A algunos proveedores les chocaba, pero ahora que me conocen se ríen, me tratan fenomenal y lo asumen como una ‘rareza’ mía. Seguramente lo es, pero yo necesito estar totalmente segura de que lo que ofrezco es de lo mejor. Si no fuera así, la gente me lo recriminaría y no confiaría en pedirme pescado desde el móvil».
Calidad, tecnología, comodidad. Garbiñe Aizkorreta, de 39 años, aún revela una clave más: el asesoramiento. «Los jóvenes no saben cosas que sí sabían nuestras abuelas, como cuándo empieza la captura de una determinada especie. Tampoco limpiar o preparar las piezas. Estoy especialmente orgullosa de poder decir que poco a poco a mi pescadería está llegando gente cada vez más joven. Al final lo del Whatsapp está dando juego, pero sin calidad, orientación o la comodidad de recoger el pescado limpio y fileteado, ¿funcionaría? Y todo eso, ¿sería suficiente sin el servicio de Whatsapp?», reflexiona. Entonces vuelve al principio. «Mimar, fidelizar y ponérselo fácil a quien viene a comprar tu producto con todos, todos los medios al alcance. Eso es lo que vale».
Fotos del móvil al papel
Jamás se han visto, ni siquiera se conocen, pero con la visión de Garbiñe Aizkorreta coincide la fotógrafo de Errenteria Ainhoa Irureta. En un sector que se ha visto tan afectado por la irrupción de las nuevas tecnologías como el suyo, también ella ha encontrado fórmulas para convertir la amenaza en oportunidad. En su estudio la gente continúa revelando fotos, una parte del negocio que otros han perdido y que, sin embargo, ayuda al objetivo simple que comparten tantas pequeñas empresas: «sobrevivir», determina.
«Ya casi nadie saca fotos con una cámara compacta. Todo se hace desde el móvil, pero hay mucha gente a la que le gusta tener las imágenes en papel», sitúa. «Se ve sobre todo cuando hay niños. Los abuelos quieren fotos que se puedan tocar, mostrar, y los padres, que saben que las tarjetas se pierden y los discos se estropean, también suelen preferir tener de manera física sus recuerdos más importantes».
Ainhoa Irureta, en su estudio en Errenteria. / Vídeo: UNAI MURILLO
Irureta intuía por su entorno que el deseo, la intencionalidad de revelar imágenes, estaba ahí, pero la propia idiosincrasia de la tecnología hacía que los potenciales clientes no acabaran de fluir. Normalmente enviar las fotos por correo o Whatsapp reduce la calidad que no le sobra a una captura de móvil, por lo que suele tocar pasar las instantáneas del teléfono al ordenador, del ordenador a un disco o memoria USB, y con este soporte, acudir a la tienda, esperar a su vez a que se descarguen las imágenes, y encargar el revelado. A Irureta se le ocurrió la manera de finiquitar el lío. «Les instalo a mis clientes una aplicación gratuita sencillísima de usar, de modo que cómodamente, desde cualquier sitio, con solo un par de ‘clicks’ pueden enviar desde su móvil la imagen que quieran a mi estudio, con la calidad original».
No se trata de una ‘app’ propia. Esta fotógrafo errenteriarra simplemente ha seguido la misma lógica que Aizkorreta y, en su afán por aprovechar «todos los medios al alcance», usa una de las infinitas opciones disponibles en las tiendas virtuales de Android y Apple. «La aplicación está ahí y es de libre descarga. Yo lo que hago es configurarla y enseñar su uso». Una tarea instructora que lleva a cabo con especial mimo cuando trata «con esa franja de edad» que, asegura, usa el móvil pero «se queda atrás, desconectada» en términos generales. ¿El resultado? ellos «encantados», porque no tienen más que pasar a recoger y pagar las fotos cuando reciben el aviso de que están listas y, sobre todo, subraya Irureta, «porque se ven capaces». También ella dice estar «contenta». «Si no fuera por esto, no haría ni una tercera parte de revelados».
Para mostrar esa visión artística, única, que marca la diferencia entre un aficionado y un profesional, el estudio ‘Ainhoa Irureta fotografía’ sigue con una tradición que ya había implantado la primera generación de fotógrafos de la familia. «Mi madre cada Santo Tomás sacaba fotos de estudio a todo el que viniera vestido de ‘baserritarra’ y luego solo cobraba cada copia que se quisiera hacer. Yo decidí que era una buena manera de mostrar cómo trabajo y continúo con ello». Con ligeras diferencias. Porque la era digital le permite sacar varias fotos a cada persona o familia, enviarles después una dirección electrónica en la que ver el resultado de la sesión y, desde casa, encargar las imágenes que prefieran. Una acción más para la supervivencia que se lo pone fácil al cliente y que, unida a otro conjunto de iniciativas, permite sostener un negocio con éxito a nivel local. En palabras de Irureta, «Facebook e Instagram están bien, pero cada día compruebo que la gente no se acaba de fiar solo de lo que ve en redes sociales para contratarte. Hace falta más».
No lo dice, pero tras conocer su ejemplo y el de Garbiñe Aizkorreta de cerca, queda claro en qué consiste ese plus: en tiempos de cambio toca aguzar el ingenio y ponérselo al consumidor meridiano. Al final y al cabo, bastante tiene con enfrentarse a su propia permuta.
PRUEBA PILOTO
DE COMPRAS, SIN CARGAR CON LAS BOLSAS
Floristerías, farmacias, jugueterías, librerías, herboristerías, tiendas de moda y regalos, ópticas, tiendas de surf… Más de treinta comercios de diferentes sectores se han adherido en San Sebastián a una prueba piloto que ahonda en buscar el máximo confort para el cliente. Hasta el 22 de abril el Departamento de Movilidad, la empresa de reparto de bicicletas Txita y la plataforma de Comercio San Sebastián Shops ensaya una iniciativa pionera, que consiste en evitar que los ciudadanos que compren en las tiendas suscritas tengan que cargar con las bolsas. En su lugar una bicicleta las lleva a domicilio, dentro de un horario convenido previamente y sin coste. Una muestra más de que en un futuro próximo, ofrecer al consumidor todo tipo de facilidades podría ser la clave para que los negocios ‘off line’ resulten atractivos.
Fuente: Diario Vasco