Bares de cereales, tiendas de palomitas de colores o pastelerías para perros se abren paso en el mundo de lo ‘hipster’
No parece casualidad, pues si Malasaña es el barrio gentrificado por excelencia, Lavapiés le va a la zaga. Se trata del reino de los llamados hipsters, una especie de grupo cultural en el que pocos se reconocen, pero que ha generado ríos de tinta. “Las nuevas necesidades (desde el ecologismo y la sostenibilidad al consumo de arte) producen la creación de comercios con encanto y una dislocación del paisaje urbano anterior, atravesado por las rutas hipster. Estos grupos, que tienen que ver con las formas de consumo de unas clases medias globalizadas, están generando un nuevo mercado gourmet y turístico transnacional”, escriben en un trabajo de 2014 los investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid Michael Janoschka, Jorge Sequera y Eva García.
Con independencia de las variedades de este tipo de modernidad hipster, los expertos del marketing han llegado a detallar algunas características que han de cumplir los productos y los establecimientos que quieran cautivarles: por ejemplo, conseguir un enganche personal a través de un relato —“Viaja en el tiempo”, propone la lechería Cántaro blanco, que pretende “que la leche fresca vuelva a nuestras casas”— y ofrecer algo único y fuera de lo común.
Hipster Business Models: How to make a living in the modern world (El Modelo de negocio hipster: cómo ganarse la vida en el mundo moderno) es un libro publicado en 2014 por la conocida web de periodismo de datos Priceonomics. El texto repasa 15 experiencias de éxito y saca conclusiones como esta: “La forma social ideal de hoy no es la comunidad o el movimiento o incluso el creador individual; es la pequeña empresa. Toda aspiración artística o moral —música, comida, buenas obras— se expresa en esos términos”. O esta: “Si bien la tecnología ha hecho más barato construir productos y encontrar clientes, también hay una tendencia cultural en juego: se está convirtiendo en algo socialmente aceptable el hecho de perseguir ideas raras”. Y advierten: pueden ser muy rentables, pero, como cualquier negocio tan pegado a las modas, nunca se sabe cuánto van a durar.
ALGO DISTINTO, ALGO ÚNICO

- Postres para perros y gatos. En la calle del Divino Pastor, 7 está Miguitas, que se define como “repostería perruna”, aunque también hace alimentos para gatos. Hay tartas (28 euros una grande), muffins (dos por 6 euros) o galletas gourmet (seis por 5,95 euros).
- Palomitas gourmet. Cerca de la calle de Fuencarral hay dos tiendas especializadas: en Augusto Figueroa, 16 y Espíritu Santo, 20. La segunda, All pop, ofrece palomitas de violeta, algodón de azúcar, Coca-Cola, cacahuete, caramelo, naranja, mojito, menta… La bolsa pequeña vale 2,75 euros; la lata más grande, 19.
- La tienda de las gorras. Así se llama el negocio que está, desde 2012, casi al final de la Corredera Alta de San Pablo. “Somos Javier y Jorge, dos chavales amantes del streetwear, la música y el buen gusto que decidieron hacer de su pasión su forma de ganarse la vida”, explican en su web.
- Lechería nueva a la antigua. Cántaro blanco, en Manuela Malasaña, 29, ofrece desde febrero de 2015 leche fresca y, a partir de ella, yogures, batidos, quesos y todo tipo de productos lácteos.
Fuente: El País