Opinión. PILAR ZORRILLA. Profesora de marketing de la UPV-EHU
La digitalización y la explosión de la conectividad han supuesto la última de las transformaciones que el sector comercial ha ido experimentado a lo largo de las últimas décadas. Y es que no olvidemos que el proceso de reinvención al que este sector ha estado y está sometido es permanente.
El régimen de ventas en autoservicio ya supuso un fuerte impacto para el comercio asistido con personal de ventas. La posterior llegada de grandes superficies ubicadas en la periferia y, más tarde, de grandes centros comerciales con oferta de ocio y servicios hicieron más complejo el panorama competitivo. Los efectos fueron importantes para el comercio ubicado en los núcleos urbanos que, dadas las nuevas demandas de compra y consumo, tuvieron que rediseñar sus estrategias e iniciar procesos de colaboración público-privada para hacer más atractivos los entornos y enfrentarse en mejores condiciones a la competencia.
Desde entonces las cosas han seguido cambiando a gran velocidad hasta llegar a un escenario como el actual, donde todos los formatos y canales compiten entre sí y, además, de forma simultánea. Es lo que se denomina comportamiento omnicanal del comprador, quien tiene ante sí una oferta infinita, accesible y ubicua, gracias a la tecnología.
El desembarco de marketplaces como Amazon han supuesto un nuevo hito a esta revolución, cuyo crecimiento es imparable y con efectos para todos los operadores, grandes y pequeños, ubicados en la periferia o en los núcleos urbanos.
En este marco, el debate sobre el impacto de las grandes superficies en la periferia sobre el pequeño comercio urbano ha dejado de tener sentido, al menos el sentido que cabría darle hace una década. Actualmente cada comercio, cada operador tiene ante sí la responsabilidad de conquistar a su clientela, como siempre ha ocurrido, pero en un escenario cuya complejidad no ha dejado de crecer. La oferta se ha multiplicado, lo mismo que las vías para acceder a ella, las facilidades y los servicios, gracias a la tecnología. Se producen fenómenos novedosos, como el incremento en el movimiento de mercancías hacia los clientes: ya no es el cliente el que acude a la tienda y compra, son los productos los que «viajan» allí donde las personas deciden que se hagan las entregas.
Esto implica repensar los procesos, las formas de distribución, la logística, el impacto medioambiental de los nuevos modelos, la fisionomía de nuestras ciudades. El pequeño comercio urbano, pero también las grandes superficies, deberán seguir proporcionando motivos para acudir a sus espacios, ofreciendo un plus de valor que cada operador decidirá sobre qué lo construye considerando a qué personas va a atender.
Incorporar la digitalización y la tecnología para reforzar y construir nuevas relaciones con una clientela cada día más empoderada, generar nuevos modelos de negocio más alineados con las demandas, necesidades y expectativas actuales y completar las opciones de elección de las personas de un modo más efectivo que la competencia, son algunas de las vías de acción de las empresas de este sector.
La ampliación del centro comercial Garbera genera preocupación entre el comercio local ubicado en Donostia-San Sebastián pero, como previamente abordaba, el core del debate debiera ser qué debe hacer cada operador para estar mejor posicionado dado el escenario descrito.
Garbera ha elegido modernizar y ampliar sus instalaciones. El nuevo escenario no le es ajeno y sabe que las personas buscan variedad, experiencias, personalización, están cada vez más acostumbradas a lo inmediato, hacen uso del móvil como herramienta clave en los procesos de compra, cada vez compran más en los entornos digitales y por todo ello necesita ‘reinventarse’.
Por su parte, el comercio local puede competir en excelentes condiciones si apuesta por la singularidad, por aportar diferenciación a un panorama comercial que cabría calificar de clonado en muchas ciudades. Aportar servicios nuevos que ya se vienen prestando por los operadores digitales, anticiparse a las necesidades, sorprender, alinearse con la nueva forma de comprar son algunas de las opciones a su alcance.
Por tanto, las apuestas del pequeño comercio urbano deben estar dirigidas a dar respuesta a los retos que plantea este nuevo tipo de comprador descrito, que alterna y simultánea los diversos canales, buscando en cada opción la mejor solución a sus demandas.
El ‘enemigo’ del pequeño comercio no son las grandes superficies de periferia, porque no cabe hablar de ‘enemigos’, cabe hablar de entornos de competencia donde conocer al cliente es la clave para conquistarle.
Fuente: Diario Vasco