Eva Vila regresó de sus vacaciones hace pocos días. Afortunadamente los niños se durmieron enseguida, reventados tras tropecientas horas en coche. Eva abrió las ventanas y el alma se le cayó a los pies. Todo estaba tal y como había olvidado estos días. Nada cambió abajo, al otro lado, en la calle Ample, un mes después, en el corazón del barrio Gòtic.
Los captadores de los clubs ilegales de cannabis, sentados en los bolardos de la acera de enfrente, seseando “hachís, marihuana, lo que necesites…”, a todos los turistas que vienen y van, que son una barbaridad, que se acercan a comprar un trozo de pizza de madrugada en el establecimiento take away de enfrente. “Ahí estaba la droguería de mi madre, que cerró hace años… Luego abrieron una peluquería, pero no duró. Aquí, en el Gòtic, lo que sale a cuenta es vender trozos de pizzas para tomar en la calle. Después los clientes se quedan ahí, debajo de mi casa, comiendo, charlando, bebiendo, fumando…”. Un bicitaxi pasa raudo, dejando tras de sí la música de sus altavoces portátiles, alguien pide ayuda a gritos en inglés, una voz amenaza a…
“Yo adoro el Gòtic… Aquí cuesta encontrar una ferretería, pero aún tenemos vida de barrio y muchos rincones maravillosos que no están saturados… y yo quiero que mis hijos también puedan disfrutarlo. Son la cuarta generación de mi familia en el barrio. Mi hijo mayor llama a la plaza Milans “mi pedazo del cielo”. A mí me encanta la de Isidre Nonell y las fotitos de su mosaico, y la plaza dels Traginers y sus callejuelas, y las columnas del templo de Augusto… Muchos barceloneses no saben que estos sitios no están saturados y apenas vienen. Aquí sólo saben promocionar los lugares poniendo terrazas… Así nos convertimos en un parque temático”.
Victorias vecinales
La gente logró que los turistas dejaran de fotografiar a los niños del Sant Felip Nerí
Teresa Llordes, de la asociación de comerciantes Barnacentre, explica que muchos comercios cierran porque sus responsables no hallan relevo, no pueden afrontar el nuevo alquiler, prefieren vender su local… Pero agrega que, de todas formas, el Gòtic sigue atrayendo apuestas por la calidad. Recientemente abrió la galería Villa del Arte, entró en funcionamiento un coworking de seis plantas, la sombrerería Mil, en la calle Fontanella desde 1856, redobló su confianza en el barrio inaugurando Barrets Addictes, un nuevo establecimiento tipo atelier. “Y conservamos negocios históricos, como, entre otros muchos, la tienda de artículos relacionados con la escritura Papirum o la cerería Subirà, probablemente el negocio más antiguo de Barcelona. De todas formas la clave está en que regresen los barceloneses, y para conseguirlo necesitamos un apoyo mucho más decidido del Ayuntamiento”.
“Yo me críe unas manzanas más allá –retoma Eva, en su casa –. Todas las puertas estaban siempre abiertas, y los niños entrábamos y salíamos libremente, y los vecinos se pedían sal”. Unos pisos amplísimos de más de 100 metros cuadrados en una finca modernista a tiro de piedra de la Rambla… Hoy día los padres de Eva son los últimos inquilinos del edificio. El resto de viviendas se llenaron de literas, se convirtieron en hostales ilegales para jóvenes turistas. Los padres de Eva suelen pasar el verano en el pueblo.
Puntos de atracción
Negocios históricos y emprendedores aguantan la presión de la globalización
Los males más enquistados están revitalizando la vida asociativa del Gòtic, generando nuevas entidades y refrescando otras. Fem Gòtic, Acció Gòtic, Resistim al Gòtic, La Negreta, la asociación de vecinos, Ciutat Vella no està en venta… Muchas siquiera se llevan bien, y la verdad es que ponen los acentos en aspectos muy diferentes: unos en la delincuencia, otros en la especulación… Pero todas están empeñadas en recuperar su barrio. Estos días el Gòtic se divide entre aquellos que piensan que los pisos que el Ayuntamiento está construyendo con contenedores son chachi pirulis y los que creen que son una vergüenza. En todo caso a unos y otros les indigna que el edificio de al lado sume varios años vacío. Unos intentaron ocuparlo a las bravas, otros piden al Ayuntamiento que lo expropie.
“Mira –agrega Eva desde su balcón–, aquí apenas quedan vecinos. Estoy rodeada de pisos turísticos, la mayoría de ilegales. Si no tuviera el piso de mi abuela y me pusieran uno de esos alquileres a lo mejor yo también habría tenido que irme, como tantos amigos. Lo que necesitamos es que los barceloneses regresen, para pasear y vivir. De lo contrario terminaremos convirtiéndonos en una versión degradada de Marina d’Or. Y digo degradada porque seguro que en Marina d’Orno hay tantas peleas como aquí…”.
El comercio reclama medidas quirúrgicas
A veces ocurren los milagros… Las galerías Maldà agonizaban, sólo se instalaban allí tiendas de souvenirs del tipo ‘me gusta Barceloca’ y algún emprendedor atraído por los bajos alquileres… Y uno llevó a otro y de repente las galerías se convirtieron en un referente para todos los amantes de las varitas mágicas, las tierras de Mordor y Son Goku. Y Teresa Llordes, la presidenta de la asociación de comerciantes del Gòtic, de Barnacentre, enumera con entusiasmo los negocios de calidad que en los últimos tiempos apostaron por el barrio, que constituyen todo un argumento para regresar al Gòtic, que venden tanto a turistas como a vecinos.
Y también de micromedidas. “Por ejemplo, marcando muchos puntos de interés poco conocidos en vías adyacentes podríamos descongestionar muchas vías principales. También podría promocionarse entre la ciudadanía el carácter cultural de las fiestas de Sant Roc y de Sant Josep Oriol”. Y Fermín Villar, de Amics de la Rambla, recuerda que dentro de poco tocará revisar el plan de usos del distrito de Ciutat Vella. “Y entonces el Ayuntamiento deberá afinar mucho más –añade Villar–. No puede ser que las tiendas de semillas de marihuana se nos cuelen por todas partes porque no tienen su propio epígrafe. Las casas de cambio de moneda también tienen muchas facilidades para abrir”.
Fuente: La Vanguardia
Vecinos y comerciantes se conjuran contra la masificación, la gentrificación y la degradación