
«La caída del 20% es contando con las políticas públicas y la acción del Banco Central Europeo para evitar que se disparase la prima de riesgo. Sin estas medidas el impacto habría sido mucho mayor, de doble dígito”, explica Rafael Doménech, jefe de análisis económico del BBVA en España. Aun así, las secuelas serán “importantes”. Cada semana adicional de confinamiento supone, según sus cálculos, una dentellada de ocho décimas sobre el PIB.
En clave europea, el desplome económico español este año solo es equiparable a los que sufrirán Portugal (también -8%) y algunos países bálticos (Letonia y Lituania, ambos por encima del 8%), mientras que en Italia y en Grecia la caída será aún más fuerte: -9,1% y -10%, respectivamente. Aun siendo enorme —¿quién habría podido imaginar estas cifras solo unas semanas atrás?—, el golpe será algo menor en las dos grandes economías del euro, Francia (-7,2%) y Alemania (-7%). El hachazo lo sufrirán todos —la economía de la eurozona en su conjunto caerá un 7,5%—, pero a intensidades muy diferentes.
“Las previsiones del FMI, en línea con las de otros organismos, apuntan a una intensa caída de la actividad en 2020 coherente con las fuertes medidas de contención adoptadas por el Gobierno para frenar la extensión de la pandemia y, posteriormente, un repunte a partir del cuarto trimestre con una recuperación importante en 2021, confirmando así que estaríamos hablando de una crisis intensa, pero de duración acotada”, apunta el Ministerio de Economía en un comunicado. El Ejecutivo remarca que el Fondo sitúa a España “entre los países destacados por su respuesta fiscal fuerte” y entre los que “han introducido medidas destinadas a colectivos vulnerables como transferencias de rentas, aplazamientos de impuestos o suspensiones del pago de deudas”. Los técnicos del Fondo, en efecto, valoran la respuesta fiscal “rápida y considerable” en “muchas economías avanzadas”, un grupo en el que incluyen a España junto a EE UU, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Japón y Australia. Estas medidas, agregan, “tendrán que ser escaladas si los paros en la actividad económica son persistentes o si la aceleración una vez se levanten las restricciones es demasiado débil”.
Para poner en perspectiva la cifra española (-8%), es útil trazar una comparación con el año más crudo de la crisis financiera global, 2009, cuando el PIB se desplomó un 3,6%. O con el segundo arreón, el de la crisis de deuda soberana de 2012, cuando la actividad cayó un 2,9%. En el lustro de la crisis completo (2009-2013) España perdió algo más de lo que se dejará este año: un 8,5%. A diferencia de entonces, cuando el batacazo se extendió durante varios ejercicios, esta vez todo apunta a un hundimiento desconocido por varias generaciones pero circunscrito a un solo año.
Como siempre que se produce un hundimiento de la actividad, en España el paro se lleva la peor parte. Todo, a pesar de las medidas de congelamiento de la economía y de mitigación del impacto sobre las capas sociales más vulnerables, con ayudas a las empresas para evitar las quiebras y planes para privilegiar los expedientes de regulación de empleo temporales (los conocidos como ERTE, que han canalizado la mayor parte del ajuste en el mercado de trabajo) en lugar de los despidos al uso. Tras seis años consecutivos a la baja y frente al 14% de cierre del año pasado, en 2020 el desempleo escalará hasta rozar el 21% (lejos del máximo del máximo del 26% en 2013, pero rozando los niveles de cinco años atrás y superando, por cuarta vez en democracia, el umbral del 20%: una por década) para volver a bajar de nuevo hasta el 17,5% a finales de 2021, con la economía ya recuperada del confinamiento y el turismo —se espera— a pleno rendimiento tras el parón casi total de este ejercicio.
Aunque los datos completos sobre las finanzas públicas de cada uno de los países no verán la luz hasta este miércoles, el FMI adelanta que el déficit público rondará el 9,5% este año. Sin embargo, con los estabilizadores automáticos y las medidas de amortiguación a pleno rendimiento, muchas casas de análisis apuntan a un incremento súbito de la deuda pública de entre 25 y 30 puntos porcentuales en solo dos años.
Precios a la baja y mejora en la balanza por cuenta corriente
En su revisión de las constantes vitales macroeconómicas españolas, el organismo con sede en Washington prevé que la inflación vuelva a terreno negativo en 2020, arrastrada por la menor actividad económica. A diferencia del resto de grandes países de Europa occidental, en España el IPC cerrará el año en tasas negativas: -0,3%, frente al 0,3% de Alemania y Francia o el 0,2% de Italia. Pese al hundimiento del turismo —»los países dependientes de los viajes y la hostelería están experimentando disrupciones particularmente importantes», avisa la economista jefa del Fondo, Gita Gopinath—, la balanza española por cuenta corriente (el indicador que mide los intercambios de bienes, servicios y rentas con el resto del mundo) mejorará: pasará del 2% de 2019, al 2,2% del año en curso y al 2,4% de 2021. Aunque el Fondo no ofrece datos desagregados, la intuición y la experiencia histórica invitan a pensar que se tratará de una caída brusca de las importaciones derivada de la crisis de consumo, mientras que las ventas al exterior capearán mejor el temporal. El factor petróleo también entra en acción: “El desplome de su precio nos va a ayudar mucho”, cierra Doménech. Una mínima buena noticia, al menos, en el peor ejercicio económico desde la Guerra Civil.