La pandemia ha puesto sobre la mesa muchos de los problemas que la industria escondía bajo el mostrador. En el futuro compraremos menos, pero mejor (y más caro).
Cuando hace casi un año estalló la pandemia del coronavirus en la cara de Europa, la inmensa mayoría de las firmas de moda terminaban aún de recolocar sus estantes con los coloridos tonos de la nueva colección primavera-verano. Algo así le pasó a la fundadora de EMES, María de Miguel: “Nos acababan de entregar muchas prendas, pero otras estaban en plena producción o tenían que empezar a confeccionarse en esas semanas”. El tamaño manejable de su compañía y la atemporalidad de sus propuestas hicieron que pudiera guardarse para 2021 mucha de aquella ropa, antes de cerrar completamente la tienda online. “Entonces nadie pensaba en los números, yo solo quería que toda la gente del taller se pudiera quedar en sus casas. Pero cuando la situación empezó a relajarse, llegaron las facturas y tuvimos que retomar las cuentas”, recuerda la creativa.
Es una perogrullada señalar que, como en tantos otros sectores, cerrar a cal y canto durante semanas supuso una catástrofe para la industria. El carácter efímero de la propia moda y los millones de prendas primaverales, languideciendo en almacenes de todo el mundo, agravaban la situación. ¿La solución más rápida y extendida en aquel momento para deshacerse del problemático inventario? Los descuentos. La web multimarca de lujo Net-a-porter por ejemplo mantuvo de media, durante el mes de marzo, el 30% de su inmensa oferta rebajada. Un porcentaje impensable solo un año antes, cuando esta cifra era solo del 1%.
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