La pandemia ha supuesto el cierre de miles de tiendas, pero cientos de emprendedores se han atrevido a abrir por toda la ciudad en plena crisis
Los nuevos negocios enfocan sobre todo a la conciencia ecológica, el bienestar, la alimentación y otros sectores menos afectados por la caída de ventas
Cada persiana bajada en una calle de Barcelona escribe una pequeña derrota, por el negocio que pinchó, por el vacío que deja en su barrio, por la precaria situación en la que pueda haber quedado el emprendedor fallido, por la menguante oferta comercial en algunas zonas… Las rendiciones se han multiplicado por toda la ciudad durante la crisis sanitaria y económica con un saldo claramente negativo, que en algunas zonas es especialmente visible y hasta impresionante. Pero incluso en plena pandemia, cientos de emprendedores se atreven a iniciar arriesgadas aventuras tras el mostrador, garantizando la resistencia del comercio de proximidad, tan necesario para el latido de los vecindarios. No hay datos oficiales sobre debuts, pero un recorrido físico o virtual por los ejes comerciales de barrio da fe de los brotes verdes y la valentía de los recién instalados.
Archisabido es que el centro de la capital catalana es la zona comercial más castigada desde la pandemia, ante la temporal extinción del turismo y la menor movilidad de sus visitantes de otras zonas o municipios. Allí, la mayoría de negocios que han pasado a mejor vida aguardan vacíos el regreso a la normalidad de antaño. Pero en otros distritos, la situación evoluciona al ritmo que marcan los propios vecindarios y sus demandas. Barcelona Comerç, que suma 22 ejes de barrio (no incluye el centro ni los turísticos), contabilizó hasta principios de febrero la defunción de 415 comercios asociados (el 7,5%), entre más de 2.000 cierres estimados en todo el territorio que abarcan. Dos terceras partes de los locales que estaban integrados en las correspondientes asociaciones volvieron al mercado de alquiler, mientras un tercio quedaba en ‘stand by’, posiblemente a la espera de que se recuperen los precios de alquiler.
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Imposible vaticinar cuántos negocios resucitarán con otro nombre o formato y cuánto tarden en hacerlo. «Las arterias principales se han salvado de la sangría en muchos ejes, pero las ‘costillas’ (calles anexas) tardarán en recuperarse», mantiene Salva Vendrell, presidente de Barcelona Comerç, que constata que los nuevos operadores que llegan a los barrios «consultan mucho a las asociaciones y se lo piensan antes de decidirse a abrir«. Estar integrado en esas redes locales (que implican pagar pequeñas cuotas pero supone participar en acciones de dinamización, formación y promociones) está teniendo un efecto salvavidas en tiempos de pandemia y fragilidad, cuando la unión hace la fuerza. Como ejemplo, el Eix Comercial de Sant Gervasi, donde solo cuatro entre varias decenas de bajas estaban integrados en el eje.

Granel Poblenou, inaugurado en plena pandemia en la rambla de Poblenou, 117-119, donde despachan alimentos y otros productos a peso./MARIA D’OULTREMONT
Si bien la restauración, el ocio, la hostelería o la moda forman parte de los subsectores más damnificados por la pandemia y sus restricciones, otros ámbitos, sobre todo vinculados a la alimentación, el menaje doméstico, las reformas de los ahora preciados hogares o los productos sanitarios, se han fortalecido. Por eso protagonizan muchas de la nuevas iniciativas. Hay estrenosen el 75% de los ejes, según datos de la entidad, tanto en zonas menos afectadas por la crisis por su solera o potencia comercial (Gran de Sant Andreu o Gran de Gràcia, por ejemplo), como en algunas con peso turístico, como la Sagrada Família. Precisamente allí, mientras algunas tiendas de suvenires se mantienen cerradas y reclaman con pósters ayudas, han irrumpido negocios con compromiso social y centros de servicios de estética o bienestar.
Proyectos contra viento y marea
Entre los primeros figura Sabó sabó, el pequeño sueño de Roser Castells (guionista de TV) y Carlos López (jefe de obras), desdoblados ahora en tenderos la mitad de su tiempo, o más bien «tres cuartas partes», bromean. Como consumidores con mucha conciencia de consumo sostenible, proyectaban un comercio de artículos de limpieza, higiene y cosmética a granel y ecológicos en una zona huérfana de esa oferta. La pandemia les ayudó a madurar la idea y el reto de «aportar algo al entorno y la sociedad», cuenta ella. Abrieron su negocio en Castillejos, 275 el pasado septiembre, dándose dos años para salir adelante y tal vez volcarse solo en esa nueva faceta. «No paramos de explicar el concepto, la importancia de la proximidad y de ser respetuosos con el medio ambiente, y notamos que la gente vuelve cuando ha acabado sus productos envasados», relata. La calidad es clave en su repertorio, pero también sacan pecho por la cercanía del comercio de barrio como punto de imprescindible socialización. «Viene gente a comprar y también a hablar«, añade, feliz de formar parte de la oferta esencial que no ha tenido tantas limitaciones.

Alexia Espelt, en su nuevo centro podológico, Huellas, en el paseo de la zona Franca, 106./JORDI COTRINA
Entre la trinchera que certifica la continuidad del comercio más cotidiano, hay más casos con esas premisas, como El Gibrell, que ahora se ha expandido a Sant Antoni (Manso, 60) también con gran despliegue de jabones a peso y accesorios para el baño. O como Miquel Bolós, que ha cambiado la estadística y los análisis de precios en una multinacional alemana por una tienda de graneles, Poblenou, en la rambla del mismo nombre. «La pandemia hizo que tuviera que esperar para poder ver un local anunciado, pero sabía que aquí hay mucha conciencia de comprar en el barrio y el comercio resiste», relata en lo que antes fue una frutería. Ahora oferta cientos de referencias, sobre todo frutos secos, pasta, galletas artesanas o fruta deshidratada, con la bandera de la «alimentación saludable, la producción responsable y la reducción de consumo de plásticos». Y aunque admite que en junio firmó «en pleno subidón cuando todos pensaban que el coronavirus ya había pasado», de momento ha logrado «sobrevivir» con la confianza en que su tienda se afiance y la situación mejore. El mismo eje suma estrenos variopintos, de lencería a cosmética natural (Limonada de Lavanda) e incluso algo de restauración.
Comidas y libros
En Sant Andreu, con pocas bajas -cuenta su presidente, Pròsper Puig-, observan relevos rápidos, desde moda en piel (Roldie) a los platos preparados con primor por La Comtal, en la calle del Ajuntament, entre otros. En Creu Coberta, Lluís Llanas asume que han vivido más despedidas que despegues y que el 2022 será muy duro en toda la ciudad, pero los fichajes pelean fuerte. Sea con las empanadas del Tio Bigotes (en el 112) o las tentaciones del Racó d’en Víctor, entre otros recién llegados. No muy lejos, en el barrio de La Marina (también en Sants-Montjuïc) la llegada de oficinas y corporaciones ha inyectado energía al pequeño comercio. La joven podóloga Alexia Espelt descubrió justo antes de la pandemia un local idóneo (Huellas, paseo de la Zona Franca, 106 local 2) para atreverse a volar por libre. «Era el lugar perfecto, mi barrio, cerca de casa, pensé ‘ahora o nunca'», y comenzó con sus tratamientos este mismo enero, con calma, aún compatibilizando con su trabajo para otro centro hasta afianzarse.

Mario Pérez, hojeando un libro en su recién inaugurada librería de segunda mano, Set Vides, en el Raval.
Fuente: El Periódico