Los escaparates aparecieron en los comercios bilbaínos a finales del siglo XIX, causando sensación entre los vecinos acostumbrados a los comercios tradicionales, que no eran visibles desde la calle
Bilbao era históricamente una ciudad comercial, pero al margen de su participación en los grandes tráficos mercantiles, desarrolló también una amplia gama de establecimientos dedicados a vender productos muy diversos. Los demandaban los grupos burgueses locales y también los visitantes, los de los alrededores que tenían al mercado bilbaíno
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